
Soy un profundo e incondicional admirador de
Sam Peckinpah. Me provocan sus deslices, la infundada acusación de misoginia, sus glamorosos excesos de Slow Motion y montaje alternativo y su sinceridad narrativa, a pesar de haber sido censurado y perseguido, Sam Peckinpah ha sobrevivido todo lo que pudo. Nadie ha estado tan cercano a mi idea cinematográfica como él. Tal vez mis otros familiares directos como
Tarkovski,
Bergman y
Polanski. Se que a
primera vista dudan y piensan en voz alta que poco tienen en
común todos, pero
confió que en una cautelosa revisión mental encuentren puntos de contacto. Pero este espacio es para hablar de mi amigo: Aquel, que en un ardiente y febril día posado sobre Nuevo
México, entre un tequila dudosamente destilado, polvareda pegadiza y una lagartija testigo y sedienta, me confiesa que para hacer cine
"Hay que romper algunas barreras y algunas narices también" Cineasta incomprendido,
indie en todo sentido, rebelde, violentamente poético, nostálgico, feroz,
indómito,
escéptico.
Peckinpah y su descreimiento patológico de la realidad lo ha llevado a construir obras corrosivas donde a contra píe de los caracteres de
Hollywood sus humanidades transitaban por la desconfianza, la decadencia, el extraño concepto del honor y la amistad idealizada. Casi todos se inmolan por una causa, se atrincheran en sus convicciones, en sus desérticas soledades y luchan por revertir la idea de ser el último bastión de la especie que representan.
Peckinpah consume sus fuerzas retratando la distancia inconmensurable existente entre un escape liberador y sus personajes en vía de extinción. En su obra, el optimismo es evaluado como un estado de somnolencia que precipita la tragedia, en todo caso, su omisión nos lleva al terreno pedregoso del combate permanente por la vida diaria. Para
Sam todo se construye con acciones
cáusticas y redentoras sin ningún

tipo de posibilidad de contemplar un claustro de fe. En
Ride The High Country, Steve Judd otrora
matón a sueldo entra al pueblo por un contrato, la gente está en las calles, victoriosa, alegre,
Judd reverencia con su sombrero creyendo que la bienvenida es para él hasta que alguien le espeta en la cara "
corrase del camino anciano, alguien puede atropellarlo" Judd se da cuenta que el pueblo está recibiendo al primer automotor del oeste y que él mismo es una reliquia de otros tiempos. Una asombrosa presentación del mundo
Peckinpah. En
The Wild Bunch Pike Bishop y su pandilla agotada por el trajinar de décadas intenta robar un banco, entre un vendaval de violencia y un costo soberano, logran huir con el
botín para mas luego descubrir que solo han robado arandelas metálicas. Otra vez los
desangelados deben
arreglárselas en la cornisa de un pérfido destino. Cable
Hogue es abandonado por sus compañeros en medio del desierto, las posibilidades de sobrevivir son ínfimas, pero como una divina aparición encuentra agua, sobrevive, ahora va por más, llega a un pueblo y se interna en un banco para pedir un préstamo e iniciar un negocio en el desierto, pero nadie le cree que ha encontrado agua en esa zona, Cable debe sobrellevar la burla de su propio destino en
The Ballad Of Cable Hoge,
posiblemente 
el testamento más valiente de los últimos días del
Western. En 1971
Straw Dogs despojaba el
climax
poético-crepuscular que
había alcanzado con Cable
Hogue para otra vez entrar en el paroxismo descarnado y violento instalado en
The Wild Bunch.
Straw Dogs es una fecunda meseta para elaborar una paradoja social contemporánea cuando un matemático sumiso y su esposa se evaden (La evasión, otra constante
Peckinpahiana) del mundanal pulso de sus vidas para internarse en las mieles provincianas, donde el proceso de
introspección y pasividad de sus personajes decanta en
catársis explosiva
encaminandose a un redentor y
depurador final. Otro
vía crucis moderno, luego perfeccionado en
The Getaway, en la deliciosa crepuscular y melancólica
Pat Garret and Billy The Kid, en la oscura, cínica y bucólica
Bring Me The Head of Alfredo Garcia, en el ácido retrato de una
triaición en
Cross Of Iron. Conocí a
Sam y fue compañero de tantas injusticias y soledades. Transité sin saberlo por locaciones que
había usado en
Bring Me The Head... como el Hotel Camino Real en
Guadalajara y aquel bar en
Tlaquepaque, en la misma ciudad. Hice una lista de temas recurrentes, como alguien que guarda un tesoro preciado y lo saca de vez en cuando, estos son: El concepto inviolable de la amistad, los niños como testigos inocentes de un mundo convulsionado, los animales como segunda linea de natural padecimiento después de sus caracteres principales, el precio de la traición, la suciedad y la polvareda bautismal, el denso y opresivo calor
síntesis extravagante de
oprobio e injusticia, la verdad en la acción, los avatares liberadores para afrontar los cambios.
Podría seguir, pero posiblemente te quite tiempo para ver una película de este director maldito nacido en 1926 en la zona llamada
Peckinpah Mountain, California y que nos abandonó
fisicamente el 28 de diciembre de 1984, pero que nos sigue recompensando con su legado.
Excelente texto.
ResponderEliminarMuchas gracias
ResponderEliminarUno de mis directores favoritos. Muy bueno el post.
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