jueves, 2 de abril de 2009

Sam Peckinpah: Mi amigo imaginario

Soy un profundo e incondicional admirador de Sam Peckinpah. Me provocan sus deslices, la infundada acusación de misoginia, sus glamorosos excesos de Slow Motion y montaje alternativo y su sinceridad narrativa, a pesar de haber sido censurado y perseguido, Sam Peckinpah ha sobrevivido todo lo que pudo. Nadie ha estado tan cercano a mi idea cinematográfica como él. Tal vez mis otros familiares directos como Tarkovski, Bergman y Polanski. Se que a primera vista dudan y piensan en voz alta que poco tienen en común todos, pero confió que en una cautelosa revisión mental encuentren puntos de contacto. Pero este espacio es para hablar de mi amigo: Aquel, que en un ardiente y febril día posado sobre Nuevo México, entre un tequila dudosamente destilado, polvareda pegadiza y una lagartija testigo y sedienta, me confiesa que para hacer cine "Hay que romper algunas barreras y algunas narices también" Cineasta incomprendido, indie en todo sentido, rebelde, violentamente poético, nostálgico, feroz, indómito, escéptico. Peckinpah y su descreimiento patológico de la realidad lo ha llevado a construir obras corrosivas donde a contra píe de los caracteres de Hollywood sus humanidades transitaban por la desconfianza, la decadencia, el extraño concepto del honor y la amistad idealizada. Casi todos se inmolan por una causa, se atrincheran en sus convicciones, en sus desérticas soledades y luchan por revertir la idea de ser el último bastión de la especie que representan. Peckinpah consume sus fuerzas retratando la distancia inconmensurable existente entre un escape liberador y sus personajes en vía de extinción. En su obra, el optimismo es evaluado como un estado de somnolencia que precipita la tragedia, en todo caso, su omisión nos lleva al terreno pedregoso del combate permanente por la vida diaria. Para Sam todo se construye con acciones cáusticas y redentoras sin ningún tipo de posibilidad de contemplar un claustro de fe. En Ride The High Country, Steve Judd otrora matón a sueldo entra al pueblo por un contrato, la gente está en las calles, victoriosa, alegre, Judd reverencia con su sombrero creyendo que la bienvenida es para él hasta que alguien le espeta en la cara "corrase del camino anciano, alguien puede atropellarlo" Judd se da cuenta que el pueblo está recibiendo al primer automotor del oeste y que él mismo es una reliquia de otros tiempos. Una asombrosa presentación del mundo Peckinpah. En The Wild Bunch Pike Bishop y su pandilla agotada por el trajinar de décadas intenta robar un banco, entre un vendaval de violencia y un costo soberano, logran huir con el botín para mas luego descubrir que solo han robado arandelas metálicas. Otra vez los desangelados deben arreglárselas en la cornisa de un pérfido destino. Cable Hogue es abandonado por sus compañeros en medio del desierto, las posibilidades de sobrevivir son ínfimas, pero como una divina aparición encuentra agua, sobrevive, ahora va por más, llega a un pueblo y se interna en un banco para pedir un préstamo e iniciar un negocio en el desierto, pero nadie le cree que ha encontrado agua en esa zona, Cable debe sobrellevar la burla de su propio destino en The Ballad Of Cable Hoge, posiblemente el testamento más valiente de los últimos días del Western. En 1971 Straw Dogs despojaba el climax poético-crepuscular que había alcanzado con Cable Hogue para otra vez entrar en el paroxismo descarnado y violento instalado en The Wild Bunch. Straw Dogs es una fecunda meseta para elaborar una paradoja social contemporánea cuando un matemático sumiso y su esposa se evaden (La evasión, otra constante Peckinpahiana) del mundanal pulso de sus vidas para internarse en las mieles provincianas, donde el proceso de introspección y pasividad de sus personajes decanta en catársis explosiva encaminandose a un redentor y depurador final. Otro vía crucis moderno, luego perfeccionado en The Getaway, en la deliciosa crepuscular y melancólica Pat Garret and Billy The Kid, en la oscura, cínica y bucólica Bring Me The Head of Alfredo Garcia, en el ácido retrato de una triaición en Cross Of Iron. Conocí a Sam y fue compañero de tantas injusticias y soledades. Transité sin saberlo por locaciones que había usado en Bring Me The Head... como el Hotel Camino Real en Guadalajara y aquel bar en Tlaquepaque, en la misma ciudad. Hice una lista de temas recurrentes, como alguien que guarda un tesoro preciado y lo saca de vez en cuando, estos son: El concepto inviolable de la amistad, los niños como testigos inocentes de un mundo convulsionado, los animales como segunda linea de natural padecimiento después de sus caracteres principales, el precio de la traición, la suciedad y la polvareda bautismal, el denso y opresivo calor síntesis extravagante de oprobio e injusticia, la verdad en la acción, los avatares liberadores para afrontar los cambios. Podría seguir, pero posiblemente te quite tiempo para ver una película de este director maldito nacido en 1926 en la zona llamada Peckinpah Mountain, California y que nos abandonó fisicamente el 28 de diciembre de 1984, pero que nos sigue recompensando con su legado.

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