domingo, 26 de abril de 2009

Confesiones de un Guionista: Tener una idea ¿Qué hacer con la idea? Por Fabián Iriarte

A menudo buscamos la llave que de manera indeclinable nos conduzca a una idea. A menudo el efecto catártico que concibe ese embrión está relacionado con la conducta, la utilización del tiempo y un mecanismo preciso de coordinación tendiente a ejercer el trámite conciliador entre la memoria y la experiencia personal.
A pesar de los tiempos inviolables que la vida profesional se empecina en recordarnos, el elemento creativo no abandona su tiempo personal y en cuanto la tendencia es llevar todo hacia un autoritario modo de llegar al objetivo, la inspiración se quedará en los umbrales de lo imposible entre la desesperación y el desconcierto. Si la inspiración es forzada a aparecer espontáneamente en tiempo y lugar que nos conviene, estamos cerca del derrumbe creativo. La inspiración es en todo caso un ejercicio simbiótico. La suma de incentivos creativos llega solo cuando un concepto hace digestión, consciente de un tempo mental que le ha dado la oportunidad de existir. En cuanto una idea aflora a la superficie mandamos el intelecto a recogerla. En realidad encontrar los recursos para incitar la idea a salir la superficie es el menor de los problemas. El verdadero depredador es su ciclo evolutivo, cuando una idea debe transitar hacia el reconocimiento de su potencial, la resistencia y la duda de lo que verdaderamente representa, el marco en que debe desarrollarse y el proceso de evaluación a que debe someterse.

Una idea no se pesa, no se mide, ni se distingue sobre otras por el tiempo en que fue pergeñada. Cuando escucho sobre valorar el mérito de “un guión escrito en una semana” me pregunto ¿Acaso se trata de una maratón? ¿Qué significa desarrollarlo en menos tiempo que otro? La idea-creativa es causa y efecto. Es el resultado de como se dice algo y la manera como se recibe. En el incubo está la respuesta, la idea debe forjar su pequeño historial mental mediante su evolución progresiva. Mientras, el talento hace su parte, en tanto y en cuanto lo reconozcamos como el aliado de la voluntad y del compromiso insoslayable con la actitud y no como una condición cósmica de un ente soberano.

En cuanto a la participación grupal en el desarrollo de una idea, son dispositivos indispensables las personalidades que defenderán la misma. Generada por uno, evaluada por el resto, aceptada por algunos y puesta a prueba por otros, el desarrollo comienza cuando la idea debe transitar el arduo camino de cambios y mutaciones, sin que por ello comprometa su premisa original o abandone y desvirtúe progresivamente la razón por cual fue creada. En grupo, solo el entendimiento colectivo de la premisa original será aquello que sostenga el proyecto.
Se convierte entonces en un proyecto que necesita sumar talentos.
La intrusión de un equipo ejecutor que toma para sí la responsabilidad de cristalizar el proyecto, debe estar consciente que la tarea es caminar por una cornisa acechada por un ventarrón.
El recurso es alcanzar un refugio donde uno pueda descansar por un breve tiempo y aprovechar para reflexionar. La idea-proyecto ya no es aquella intima compañera que sostenía una desigual y descarnada pulseada mental mientras se llevaba consigo gran parte del tiempo, ahora debe involucrar ejecutores, va camino a probarse, tiene representantes empíricos que a veces la hacen propia, pide a gritos que la coordinen y en general no soporta los embates de egos en ascensión dislocada. Es por eso, que la verdadera exigencia está en que los ejecutantes se equilibren en el mismo pedestal de compromiso hasta conciliar esa inevitable comunión de talentos, necesarios, para que un buen relato se convierta en una buena película.

Si la idea-proyecto ya es una historia y esa historia confluye en una película y está dotada de personajes que viven circunstancias que lo llevan a resolver los obstáculos basándose en sus principios, sufriendo transformaciones físicas y espirituales y asumiendo con estoicismo o no el futuro, entonces se inaugura aquel tiempo y espacio ilusorio por donde transitará la historia y propiciará, en el mejor de los casos, la comunidad de emociones. El mismo camino, la misma experiencia, la misma reflexión cabe para el equipo destinado a defender, con el arte de la expresión, el resultado del compromiso creativo.
Sobrevivir a una idea es, en definitiva, lo que queda de uno cuando termina de producirla, el romance inicial puede potenciarse o definitivamente socavarse hasta que podamos darnos una nueva oportunidad. Significa entonces, volver a transitar el proceso regenerativo de la voluntad mientras se emprende nuevamente el ciclo conciliatorio entre la memoria y la experiencia.

3 comentarios:

  1. Gran texto Fabi!!
    Proceso complejo si lo hay el de que la idea trasvase el umbral de nuestras propias inseguridades y resistencias. Una vez transitado ese tortuoso camino, imagino que las cosas siguen siendo complicadas pero quizas menos dolorosas: no hay nada mas cruel que nuestro propio juicio.

    PD: mención aparte para la foto!!! Es de la película "If", no? Obra maestra!!!

    Pablo P.

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  2. Hola Fabian! Estoy absolutamente de acuerdo con lo que decis. Cotejar con un grupo es , de alguna manera, cotejar con la realidad por fuera de nuestra imagineria. Pensamos en imagenes sostenidas por palabras , pero a la hora de expresarlas la dificultad nos hace batalla...Como contar un sueño? Como mostrar eso que imaginamos? Como tolerar la inevitable diferencia entre lo imaginado y lo que es mostrado?
    Estas son algunas de las cuestiones que se me ocurren , espero chocarme con muchas dificultades! Gracias! Liliana-

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  3. Creo que la idea sigue incubándose y creciendo todo el tiempo, y se transformará en proyecto si se mantiene su núcleo identitario, aunque cambie su organización y modos de acople con su entorno (como dice Maturana). Muy bueno el texto. Cira S.

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