miércoles, 18 de noviembre de 2009

EL SECRETO DE SUS OJOS, O Como Conectar Con El Público Con Una Historia Bien Contada

Por Fabían Iriarte

Permítanme ante todo construir significados con mis sensaciones. Para valorar lo que vi y no decir más de lo mismo quiero hacer un poco de historia adecuando el contexto cuando aquellos días la muletilla más incómoda de nuestro cine inauguraba el llamado nuevo cine argentino.

Hace mucho tiempo que quiero escribir sobre ese mote, tanto como desde que regresé al país.


El Secreto de sus Ojos
funcionó como una catársis después de tanto divorcio. Esta es la necesidad de decir pero también de separ esta obra de todo aquello anterior. Así de trascendente es. Retrocedamos un poco para entender.

Desde el día que una productora joven me dijo que ellos (los jóvenes entre 20 y 25 años acreditados automáticamente para formar parte del movimiento) eran el nuevo cine argentino y que estaban dispuestos a reformular todo lo que se había hecho antes yo no dejé de pensar en el peligroso significado. Sea lo que sea que fuese se encargaron sistemáticamente de alejar al espectador vernáculo de cualquier obra argentina. Tanto que hoy, en una encuesta que hace el INCAA, pregunta si considera el cine argentino aburrido. El modelo perimido ha carcomido las entrañas con una estrepitosa neurósis cinética.

Más atrás en el tiempo leí como Lisandro Alonso y uno de los Ortega (Me confundo quién es quién, ¡Qué mas da!) blasfemaban sobre los espectadores que no entendían sus películas. En la misma revista algunos directores especificaban pormenores de cómo hacer una opera prima junto a productores que lo habían logrado, pero lo que no decían era, que sus películas apenas habían llegado a la suma de 5.000 espectadores y anidaban en los espacios INCAA o en una sala alternativa los viernes a las 23 hs.

Al mismo tiempo, lo críticos alentaban las producciones que sustituían las historias por el sopor contemplativo de horizontes y pianos que bosquejaban notas como cantos rodados, cuando no alternaban con un solemne violín que lo hacia todo mas insoportable.

Se ha vilipendiado más de una vez el concepto de arte cuando se enaltecía algunas de esas propuestas hasta esos niveles. Hoy esos mismos críticos hacen la salvedad del “no es para todos” para justificar lo injustificable.

No te impacientes, ya voy con El Secreto... pero creo que es importante destacar que probablemente tengamos un antes y después, y es importante reconocer el antes.


Soy un fiel defensor de las historias,
del storyteller, pero estaba viviendo la era de la no historia. En el mejor de lo casos, se grababa el primer borrador de un guión o ni siquiera se tenía uno. Se improvisaba y se pretendía el salvoconducto de una edición liberadora, se maquillaba el discurso y todos debíamos hacer el esfuerzo de acarrear ese gesto al nivel de una película. Ah, le decían búsqueda. Pero no. Vi como un hachero cortaba un árbol durante 10 minutos, como un parrillero tardaba siete minutos en hacer un sanguche de chorizo, o como tardan los personajes en responder un simple ¡Hola! o no se que de un niño pez en alguna parte.

El Secreto de sus Ojos, nos trae el viejo buen cine argentino y además amigos míos quiero confesarles que El Secreto de sus Ojos ha redimido el cine argentino con la simpleza de una historia notablemente contada, con las líneas de sus diálogos precisos y calculados y el trabajo tan espinoso de la emoción. Hay carnadura y los personajes se debaten en el universo del drama contemporáneo en un escenario tan particular como nuestro bendito país.
A nuestra sociedad le encanta calificar, ponerle nombre o apodos a las cosas, o entronizar mártires, mitos y venerar al piola. El Secreto... se recordará como la película que demanda al cine nacional la tarea de restituirnos las historias mas entrañables, y es en ese sentido inclasificable por su efecto masivo. De todas maneras alguien ya estará pensando en algo.

La película tiene identidad, aquella identidad que perdimos cuando quisimos parecernos más al cine de Antonioni de los sesenta o a las modas Iranís u Orientales, que ciertos cineastas experimentaron entre historias de cárceles y miseria festivalera exportable. Algunos hasta se jactan de saber cine solo por pronunciar tres o cuatro directores orientales sin que la lengua se les trabe o citar un puñado de películas descubiertas junto a un profesor mas dedicado a la reiteración de viejos conceptos que a verificar la mirada de la refrescante narrativa contemporánea.
El Secreto de sus Ojos es una película de corte clásico pero con la frescura estructural de la fractura temporal. J.J. Campanella diseña personajes que ya no existen o en franca extinción como Benjamín y se debaten en la ironía de una sociedad complotada a llevar todo hacia orillas escabrosas y corruptas. Los personajes centrales de Campanella son moralmente intachables, es por eso que no existen, pero trabajan el deseo correspondido del público, es decir: cuanto daría por ellos. Mas allá de su vía crucis insostenible, de la epopeya insigne de torcer el desquicio que azota una sociedad, por lo menos terminan en paz con ellos mismos, aunque tal vez el precio de abandonar un amor tan fuerte por veinte años resulte acaso de un excesivo idealismo anacrónico.
El secreto… es una película querible, con personajes queribles y otros guiños que todos pueden conectar con la realidad nuestra de cada día. El elemento identificatorio que Campanella construye funciona en todos los niveles y queridos amigos, es nacional. Por fin.