Debe ser la novela con
credibilidad, tanto en sus situaciones como en el desenlace; con acciones,
personajes y circunstancias plausibles (No se valen los finales tramposos ni
las manidas historias de “círculos cerrados”. Nada de elaborar escenarios tan
sofisticados como los de Agatha Christie en el Asesino en el tren a Calais).
Debe ser técnicamente solvente,
sólida, tanto en el método de asesinar como en el de detección. Nada de venenos
fantásticos ni efectos falsos. Si el detective es un policía, debe proceder
como si fuera y tener la mentalidad y el físico de uno de ellos. Conan Doyle y
Poe fueron primitivos en este arte. Ellos hicieron cosas que hoy no pueden
admitirse (También las policías eran rudimentarias en sus tiempos). Conan Doyle
mostró que no sabía todo acerca de Scotlan Yale y sus hombres. Christie comete
la misma estupidez.
Hay que ser muy honesto con el
actor, algo que siempre se dice pero no siempre se hace. Los hechos importantes
no solo no hay que ocultarlos; tampoco hay que distorsionarlos con falsos
énfasis. Y los hechos no importantes no deben ser proyectados como si fueran
para engañar al actor. Este debe tener todos los elementos para resolver el
problema; tampoco crear tramas que exijan conocimientos especiales en los
lectores.
Debe ser realista, tanto en los
personajes, como en escenarios y atmósferas. Debe tratarse de gente real en un
mundo real.
Debe haber una historia
convincente y sólida, a parte de los elementos policíacos. La investigación en
si misma debe ser una aventura digna de ser leída.
Para lograr esto, la historia
debe contener algo de suspenso, aunque sea solo intelectual. Esto no quiere
decir que deba ser amenazada y menos quiere decir que el detective debe vivir
amenazado gravemente. Debe haber conflictos,
físicos éticos o emocionales, y solo algunos elementos de peligro en el más
amplio sentido de la palabra.
Debe haber colorido, elevación
y cierto brío en la narración.
Debe
tener la suficiente simpleza esencial como para ser explicado todo al final.
Posiblemente esta sea una de las reglas mas frecuentemente violadas. El
desenlace ideal es aquel en el cual todo se releva y explica en un momento de
la acción. Pero esto es raro, porque todas las buenas ideas son raras. La
explicación debe ser no demasiado breve (Excepto en los guiones). Pero debe ser
interesante en si misma; algo en los que los lectores estén ansiosos por saber
y no una nueva larga historia con nuevos ambientes, nuevos personajes y nuevas
complicaciones. No es juego limpio hacer que el lector retenga miles de
trivialidades para después decirle que dos o tres eran las decisivas. Ni debe
hacerse que el lector sepa de química, metalurgia, o las costumbres de la
Patagonia.
Debe
esperarse que el receptor sea un lector razonablemente inteligente. Aunque esta
sea una cuestión muy difícil de definir.
La
solución debe verse inevitable una vez revelada. Esta es una regla importante
en cualquier ficción. Hay que hacer que el lector no se sienta trampeado ni
loco, o en todo caso que sienta que el engaño es honorable.
No
hay que hacer todo a la vez. Si se trata de una obra de enigma, mas o menos
fría, no puede también incluirse una aventura violenta ni un apasionado
romance. Por otra parte, una atmósfera de terror destruye un pensamiento
lógico. El detective no puede estar amenazado y ser un héroe al mismo tiempo; y
el asesino puede ser una víctima atormentada por la circunstancia y a la vez un
pesado.
Debe
penarse al criminal en un sentido o en otro, pero no necesariamente mediante la
acción legal. Contrariamente al criterio popular, este requerimiento no tiene
nade que ver con la moralidad. Simplemente, es parte de la lógica de la
detección. Aunque el título habla de “Doce reglas” en realidad son más, pues
hay una addenda del propio Chandler.