martes, 20 de diciembre de 2011

We Need to Talk About Kevin: ¿Sabes que está haciendo tu hijo ahora?

Por Fabián Iriarte
Cuando vemos We Need to Talk About Kevin de la interesante cineasta Lynne Ramsey, quedamos abrumados. Desde su pincelada de agobio abreviado pero constante, acomete los orígenes de la humanidad y cuando nos asiste al evento desafortunado de una mujer que no sabe como encausar su vida alrededor se su nueva condición de madre. Ramsey elige establecernos en su Propio Génesis cuando nos posiciona en su narrativa que va sin escalas del pasado mental desarticulado al presente físico articulado.

Eva Khatchadourian (Eva nombre bíblico) interpretada por la siempre correcta Tilda Swinton, transita por su propia paráfrasis de la alienación producída fuera del reino divino. Fuera del Jardín del Eden que supo construir. Eva lo tuvo todo, hasta que comió de la fruta prohibida. En términos terrenales, Ramsey da vida a Eva como una exitosa madre que engendra a Kevin que representará la imagen y semejanza de su propia autodestrucción.
El ser humano suele aferrarse a ciertas creencias. Solo se necesita una vida para eso. Si creemos en el destino o si creemos en la intervención divina o, en todo caso, si no creemos nada o suponemos que todo se reduce a causa y efecto, a una cadena multidimensional que creamos con nuestras acciones. El espectador no escapa y toma parte de esta teoría cuando empieza a descifrar que Eva no está preparada para Kevin y Kevin solo vive para hacérselo notar de la peor forma. Kevin (puede leerse Caín sin Abel) entiende que su existencia está predeterminada para el mal de su entorno inmediato y para el no-nacer endémico (¿El contexto?¡ Yo soy el contexto! Dice en una línea en relación a una desafortunada intervención de su padre) acto que incita a una autoflagelación constante.


Destino o no, ninguno está hecho para el otro. Destino o no, el esfuerzo de Eva solo conduce a la inevitable catarsis de violencia de Kevin y a la inevitable, también, expulsión de Eva de su Jardín del Edén. Ir mas allá seria caer en un incómodo spoiler. Eva no está sola o mejor dicho no está sola en cuerpo pero si en alma. A su lado un autocomplaciente marido, simplón y endulzado (John C. Reilly) y Celia, la hija menor de una pureza spilbereana que refuerza la idea permanente de tragedia y compasión.
En la primera etapa asistimos a varias capas narrativas. Como señalamos los paisajes mentales desarticulados de conjetura y sospecha. Los paisajes mentales articulados de un status perdido y el presente físico articulado en debacle sin remedio. Con todo, nos remite a la confirmación de que ese personaje llamado Eva purga una pena casi eterna. El merito de Ramsey como narradora es no perderse en la estructura laberíntica. Aun en la conjetura nos conduce con sapiencia hacia las puertas de la historia que el espectador deconstruye y reconstruye permanentemente como un juego perverso y cómplice.

El propio titulo, We Need to Talk About Kevin, es el insignia de lo que nunca ocurrió, es la clave de una postergación oscura hasta el instante inevitable, por eso su directora seguramente se inspiró en esta cita: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" (Génesis 3:19) O "parirás a tus hijos con dolor" (Génesis 3:16). Después de los acontecimientos finales, seguramente Eva se preguntara si ese dolor prediseñado para el mundo femenino debiera ser tan grande. A veces los errores cometidos no pueden pagarse ni siquiera con culpa eterna.